Comunicar con perspectiva de discapacidad
Referirnos a las personas con discapacidad cómo seres puros y extraordinarios, asexuades o eternes niñes no hace más que reforzar mitos y erróneas creencias que repercuten negativamente en el abordaje de la temática.
La comunicación es un proceso que relaciona comunidades, sociedades intermedias, gobiernos y ciudadanos en la participación y toma de decisiones conjunta ante los estímulos y los factores que, de manera permanente, presenta a aquellos ambientes socioeconómicos y políticos. Se aprecia también a la comunicación en función del conocimiento, expresión y fortalecimiento de los valores, tradiciones e identidades culturales. (Uranga, W; “Mirar desde la comunicación”, 2007).
Entonces, por ejemplo, referirnos al modo en que las Personas con Discapacidad (PcD) se relacionan con otras personas y construyen vínculos socioafectivos, desde un enfoque comunicacional con perspectiva de derechos humanos, implica ubicar esos lazos en el terreno de la cultura; significa reconocerlos como prácticas sociales que intercambian y disputan sentidos en diversos ámbitos de participación ciudadana. Sin embargo, en el caso de la población con discapacidad, existen distintos factores arquitectónicos, culturales y comunicacionales que impiden el pleno goce de sus derechos y libertades fundamentales, en igualdad de condiciones y oportunidades.
Discapacidad y Medios de Comunicación
Las noticias sobre sexualidad en Personas con Discapacidad son ínfimas y cuando aparecen, por más buenas que sean las intenciones de les redactores, la mayoría de las veces, ya sea por desconocimiento de la temática o por falta de información, lejos de promover una mirada con perspectiva de derechos, refuerzan los prejuicios sociales y culturales que aún, en pleno XXI, recaen en este sector de la población.
Tal es el caso de la nota “La enamoró desde su silla de ruedas y ella sintió que era su gran amor, pero la vida jugó una carta inesperada”, recientemente publicada por el diario digital Infobae. La historia de Javier y Verónica es contada desde una visión que antepone la deficiencia a la condición de persona de uno de los protagonistas e invisibiliza completamente su condición de sujeto deseado y deseante.
Narrado desde un enfoque en donde la discapacidad es entendida como una tragedia a la que este joven pudo sobreponerse, en el relato abundan la sobrevaloración, la pena y también, sobre todo al comienzo, en la descripción de la escena de Javier practicando básquet, palabras que buscan envolver a les lectores en un aura mágica, donde les jugadores son percibides como superhéroes que, desde sus sillas de ruedas, son capaces de realizar la “jugada perfecta”.
Si bien, muchas veces, la discapacidad puede estar acompañada de una condición orgánica o de salud, Ferrante explica que “las perspectivas contemporáneas, basadas en un enfoque de derechos, son el resultado de luchas colectivas y organizadas, a nivel internacional, por el movimiento de los derechos de este colectivo, que buscan desplazar el eje de la cuestión del ámbito médico para enfatizar que la discapacidad nace de las barreras erigidas por una sociedad que no tiene en cuenta sus necesidades porque está diseñada únicamente para los cuerpos entendidos como normales o capaces”. En la misma línea de pensamiento, la autora del libro “Maldita Lisiada”, María Florencia Santillán Ferreri, asegura: “Este tipo de notas, lamentablemente, no son la excepción sino la regla de una comunicación masiva que sigue reproduciendo lógicas capacitistas que violentan a las identidades con discapacidad”.
Por eso, el amor de Javier y Verónica es visto como una historia excepcional que para prosperar, primero, debió hacer caso omiso a las opiniones de les familiares de ella, quienes pensaban que se “estaba sacrificando y confundiendo amor con caridad y creían, además, que se condenaba a no tener vida sexual”. Otro aspecto de la nota que puede leerse entre líneas y que no es menor está vinculado a la heteronormatividad como único camino hacia la plenitud.
Porno Inspiracional: ¿Qué es y por qué debemos cuestionarlo?
El término, acuñado por Young, denomina a todas aquellas situaciones donde, como sucede en la nota de Infobae, las PcD son percibidas como fuente de inspiración por la sola razón de tener una deficiencia. En otras palabras, el porno inspiracional es la cosificación que las personas sin discapacidad realizan sobre quienes conviven con un déficit, a fin de encontrar en elles una musa inspiradora que les aliente a cambiar algún aspecto negativo de su vida, a creer que es más sencilla o que son más felices por no tener discapacidad. Entonces, por ejemplo, una persona usuaria de silla de ruedas como Javier es definida únicamente por su condición física, dejando de lado una mirada integral que lo tenga en cuenta como parte de un período socio-histórico determinado en el que la clase social, el género, la orientación sexual y el entorno de que lo rodea, entre otros factores, incidirán en sus experiencias en relación a la discapacidad. Seguramente, la experiencia no hubiese sido la misma en su Salta natal.
El mayor peligro de que los medios masivos de comunicación continúen reproduciendo discursos capacitistas consiste en que esta visión desliga por completo al Estado, en todos sus niveles, y a los distintos actores sociales de la responsabilidad de accionar en pos de alcanzar el cumplimiento pleno del modelo social de la discapacidad y, por si fuera poco, perpetúa el erróneo mensaje de que la discapacidad es un problema individual. Porque, en realidad, se trata de un fenómeno colectivo atravesado por lo social y lo político.
Por su parte, Sara Espina, quien tiene una discapacidad motora, considera imprescindible que “la discapacidad deje de ser percibida y comunicada como una situación triste, penosa, como si quienes tenemos una condición no tuviéramos derecho a vivir dignamente”. Y añade: “Tenemos que ser vistes, ante todo, como personas. Sujetes de derecho”.
Solo así, podremos encontrar cada vez más noticias que den a la temática un tratamiento responsable y respetuoso, enfocado en difundir una imagen de las PcD no discriminatoria y compatible con los principios de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.