Anabella Mazzini asegura que los prejuicios sobre la sexualidad en personas con discapacidad se deben a la falta de información.
Su mirada profunda, detrás de un par de lentes cuadrados estilo atigrado, irradia tanta luz como el sol que calienta el cielo porteño. Ni el intenso calor del verano ni el camino de ripio que, por momentos, dificulta el andar de su silla de ruedas eléctrica en el Jardín Botánico, logran detenerla. Soñadora incansable y apasionada por sumar conocimientos sobre los temas que la interpelan, Anabella Mazzini (36) sonríe alegremente mientras acaricia a Lisandro, su hijo de ocho meses de edad, y cuenta que su llegada al mundo le cambió la vida.
«Cuando lo conocí a Lisandro, cuatro días después de su nacimiento por cesárea, estaba destruida. Tenía una cesárea programada para el 7 de mayo, que es el día de mi cumpleaños, pero un día antes me internaron de urgencia por una neumonía y a partir de ahí no recuerdo más nada. Fue un momento complicado porque cuando recobré el conocimiento continuaba bajo el efecto de los sedantes y me sentía perdida, aturdida. Estaba otra vez en terapia intensiva, un lugar al que nunca hubiese querido volver por los recuerdos que me trae de cuando tuve el accidente». El silencio, por un instante, se adueña de la charla. «El día que me autorizaron verlo -continúa Anabella- me lo pusieron sobre una almohada como para que pudiera sostenerlo mejor y dije ‘Ahora qué hago'», recuerda entre risas.
Rearmarse y volver a empezar. En 2006, un accidente automovilístico camino a Las Leñas, una localidad situada al sur de la provincia de Mendoza, le provocó a Anabella una cuadriparesia como consecuencia de una lesión medular a la altura de las vértebrascervicales que, desde entonces, la obliga a desplazarse en silla de ruedas. «Los dos o tres primeros años de recuperación me costaron mucho porque no me aceptaba. Hice tapar todos los espejos de mi casa y del lugar en donde me rehabilitaba porque no asimilaba mi nuevo rostro, me acomplejaba la ceguera de mi ojo izquierdo, sentía que esa no era yo y si me veía entraba en crisis», relata esta mujer todoterrenoque, pese a no poder utilizar los dedos de las manos, se da maña para darle la mamadera al «chinito» – como apoda cariñosamente a su hijo- y maquillarse por sus propios medios.
Anita se define como una persona “busca vida” y como muestra de ello cuenta que diseñó unas férulas que le permiten alimentarse sola y también, si encuentra un tiempo libre en su agenda súper cargada, dedicarle un espacio a uno de sus pasatiempo preferidos: la pintura, una actividad le sirve para desconectarse y enfocarse en lo que sigue. Es que los días de Ana o “Zíngara”, como la apoda su familia por su gusto por llevar pañuelos en la cabeza, además de la crianza de Lisandro, se reparten entre la producción de «Sin Tabú Radio» -un ciclo radial que creó y conduce, los miércoles, a las 21, en AM 830 Radio del Pueblo-, y la participación en distintos proyectos y eventos destinados a promover la inclusión social de las personas con discapacidad: «Mi trabajo está estrechamente vinculado a mi vida personal porque muchos de los contactos que genero por cuestiones laborales con los años pasan a ser parte de mi círculo de amigos que son, junto a mi familia, pilares fundamentales para nuestra existencia», reconoce.
Empuje, voluntad y perseverancia son los componentes de la fórmula que utiliza Anabella para superar sus límites e ir tras sus sueños, incluso aquel que, aunque anhelaba profundamente desde hace años, ya había dado por perdido porque los médicos, luego de haberle realizado un tratamiento de fertilidad, no le dieron una respuesta certera acerca de si su cuerpo, dados los golpes que había sufrido la pelvis, podía soportar un embarazo: «Después de ese resultado, en 2012, bajé los brazos y decidí abocarme plenamente a mi trabajo y otras actividades. Pasaron los años y cuando menos lo esperaba, hasta me había olvidado del tema, me enteré que estaba embarazada», rememora mientras Lisandro sonríe como si supiera que hablamos de él.
Hija de un médico y hermana de “Georgi”, una persona con TEA – Trastorno del Espectro Autista-, Anita siempre estuvo vinculada con temas referidos a la salud. La necesidad y el deseo de conjugar esos saberes con los conocimientos adquiridos en Ciencias de la Comunicación, Publicidad -carrera que estudiaba cuando tuvo el accidente- y en locución -la cursó como parte de su recuperación- dieron origen a «Sin Tabú», un programa que pone «información al servicio de la gente» para que sepa de qué se trata tal o cual condición en una persona: «Los prejuicios y situaciones de exclusión a las que, muchas veces, nos exponemoslas personas con discapacidad se deben al desconocimiento y la falta de información, porque los seres humanos no sabemos cómo reaccionar ante lo desconocido. Entonces, ante el temor de que un individuo con diversidad funcional no pueda acceder a un lugar o tenga dificultades para realizar una actividad, directamente, no se lo tiene en cuenta», asegura.
Algunos de esos prejuicios fueron los que vivió Ana, durante sus primeros días en el rol de madre, tanto de parte de los médicos como de las enfermeras que la atendían: «Fue difícil porque sentí que me estaban evaluando constantemente. Me preguntaban cómo me iba a arreglar o quién me iba a ayudar porque no es lo mismo ver a una pareja ‘convencional’ que a una mujer en silla de ruedas, acompañada por otra mujer que va a ser la encargada de cuidar a su hijo», dice esta joven, nacida en Tandil, una ciudad ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires; que actualmente vive junto a las reservas verdes de la ciudad de Buenos Aires y cuando puede disfruta de actividades acuáticas como la natación y el buceo adaptado.
«Podré estar en silla de ruedas pero no voy a dejar de disfrutar». Así, con la misma convicción que le respondió a la fisiatra y sexóloga que la atendió durante su recuperación, cuando la profesional le comentó sobre los cambios que iban a producirse en su cuerpo (para ella, una vez que pudo comprobarlos, realmente no fueron tantos), Anabella revela: «Explorar y sumar zonas erógenas y diversas formas de sentir placer me permitió descubrir que el éxtasis es una cuestión mental y, a partir de ahí, entendí la importancia de generar un climax, ratoneos y juegos previos que propicien momentos de mayor intensidad y disfrute».
La conductora radial, más allá de compartir su experiencia personal, advierte sobre la necesidad de comprender que la práctica sexual no pasa únicamente por poder realizar un coito o una masturbación, sino que tiene que ver con la aceptación, asimilación, y el autodescubrimiento. Se trata de darte cuenta qué le podes ofrecer al otro a partir de saber quién sos y cuáles son tus capacidades.
Sabe Anabella Mazzini que es fundamental continuar trabajando para erradicar muchos de los preconceptos que, aún hoy, circulan en el imaginario colectivo respecto de las personas con discapacidad. Por ejemplo, la creencia de que los sujetos con diversidad funcional son asexuados: «Bienvenida sea la posibilidad de contar mis vivencias para que otras personas en condiciones similares sepan que si otros y yo podemos, ellos también va a poder. Además, todas las personas tenemos derecho a disfrutar de nuestra sexualidad y a formar una familia», dice esta joven, dueña de una personalidad arrolladora, que aún tiene tiempo para una reflexión más antes de perderse entre la enorme variedad de árboles que ofrece el predio Carlos Thays.
«No solamente está en manos del otro aceptarnos, sino que también está en nosotros el deber de hacernos ver y escuchar. Además, tenemos que aprender a pedir ayuda y enseñarle al otro cómo necesitamos que nos ayude. Se trata de ayudar para que nos ayuden y así generar empatía e inclusión».