Milagros Shaw transformó su discapacidad en militancia y le pone el cuerpo a la defensa de sus derechos.
Son percibidas como ángeles, asexuadas o hipersexuadas y en nombre de las falsas creencias, mitos y prejuicios que circulan en el inconsciente colectivo, sus derechos sexuales y reproductivos siguen siendo avasallados. En este contexto de derechos negados, la diversidad sexual en Personas con Discapacidad (PcD) constituye un factor de doble discriminación: “Ni hablar de las cuestiones propias de género, si sos una persona trans o género fluido sos menos aceptada aún porque no existe como posibilidad en el imaginario social. La imagen no está configurada en la cabeza de la gente”, asegura Milagros Shaw (23) acerca de una realidad que, tal como expresa, nunca es tenida en cuenta.
Un viento fresco y un par de nubarrones grises anuncian la pronta llegada del otoño y amenazan con corrernos hacia algunas de las mesas del interior de la cafetería que elegimos como punto de encuentro. Amante de los desayunos y las meriendas, Milagros nos propuso encontrarnos en este cálido y moderno lugar, situado en un recoveco del barrio porteño de Colegiales, al que concurre habitualmente.
Simpática, alegre y divertida, Milu llegó exactamente a la hora acordada, saludó con una enorme sonrisa e inmediatamente rompió el hielo con una declaración tan determinante como su personalidad: “Tengo maldad y puedo tener intenciones malas como cualquier otro ser humano”, afirmó a modo de presentación esta joven mujer que está a solo un paso de recibirse de psicóloga y se define como “feminista y militante por los derechos de las PcD”.
Milu nació con una discapacidad congénita denominada Espina Bífida – una malformación que se produce cuando el tubo neural queda abierto y daña los nervios provocando, entre otros, problemas de movilidad y sensibilidad-. Sin embargo, a fuerza de empuje y perseverancia convirtió su condición física en militancia y en el camino encontró compañeras de lucha que, al igual que ella, le ponen el cuerpo a la defensa de sus derechos porque están convencidas de que la única manera de generar un cambio de conciencia social es mostrarse. Mostrar que existen, viven, estudian, quieren oportunidades laborales y la posibilidad de realizar actividades tan sencillas como, por ejemplo, ir al supermercado sin sentirse observadas o sin que la gente las frene por la calle para felicitarlas por “haber logrado salir de su casa solas”.

Movilizada por la necesidad de hacer algo para romper el modelo de cuerpo hegemónico que se ve en los medios masivos de comunicación como si fuera el único que existe, junto a otras mujeres con discapacidad motriz, Milu participa de un proyecto fotográfico que busca retratar la sensualidad y el erotismo en aquellos cuerpos que escapan a la convención y, a su vez, transmitirle un mensaje positivo a todas las personas, tengan discapacidad o no y sea cual sea su condición sexual: “solo si se aman y aceptan tal cual son serán capaces de amar a los demás”.
Amarse incondicionalmente y generar conciencia
¿Qué es la discapacidad y en qué momento de tu vida tomaste conciencia de ella?
Considero que la discapacidad no tiene que ver únicamente con una cuestión de accesibilidad, sino con que el entorno no sea versátil, amigable o adaptable a las distintas necesidades que las personas tienen. No solamente las PcD sino a toda la población. Respecto al momento en que tomé conciencia de mi discapacidad, como tengo una condición de nacimiento, no sé si hubo un momento determinado porque mi vida siempre fue así. No conozco otra forma de vivir pero no hubo situaciones en las que, por ejemplo, sintiera que, en determinadas ocasiones, ciertas cosas no sucedían. Siempre me di cuenta que había cosas que no podía hacer porque veía a mi hermano más chico hacer cosas que yo no podía como correr o saltar. No obstante, mi familia, especialmente mi mamá, siempre me incentivó a desarrollar al máximo mi potencial y me apoyó en todas mis decisiones.

Hoy por hoy ¿Cómo es tu relación con la discapacidad?
Actualmente, después de muchos años, pude amigarme internamente con la discapacidad y siento que la relación es muy buena. Durante gran parte de mi vida, sin embargo, no me gustaba tener una discapacidad y estar en una silla de ruedas. Me enojaba no poder hacer las mismas cosas que mis amigas o llegar a un lugar al que no podía acceder. Me enojaba mucho conmigo. No entendía que no era yo la que estaba mal, ni era mi culpa, sino que es el entorno o determinado lugar lo que está mal por ser inaccesible. Cuando tomé conciencia de eso, logré mirarme más y transformar ese enojo en militancia, en un accionar que genere conciencia y exija el cumplimiento de los derechos de las PcD.
Respecto al concepto de que es la sociedad la que no se adapta a las distintas necesidades que tienen las personas ¿En qué momento hiciste ese click en la cabeza?
Fue un proceso. Empezó con mi participación en Acceso Ya, una ONG que trabaja en pos de garantizar la accesibilidad edilicia, tanto en espacios públicos como privados, porque el hecho de poder denunciar aquellos lugares que son inaccesibles es como decir: “No tengo la culpa de esto y no me pasa solo a mí”. Después, empecé a rodearme de otras PcD similares o distintas a la mía y eso me sirvió para estar más cerca de la discapacidad y amigarme conmigo misma. Fue clave encontrar en el trayecto a muchas mujeres que hicieron de su condición física y también sexual una militancia porque descubrí que no estaba sola, sino que había un grupo de mujeres a las que les pasaba lo mismo y pudieron transformar esas dificultades en acciones en pos de lograr una sociedad más inclusiva.
Hacia una mayor visibilización
¿A qué crees que se debe la falta de visibilización de las PcD?
Son muchos los prejuicios que, lamentablemente, aún persisten sobre las PcD. Viene de una historia de cientos de años en donde a las PcD se las trataba de locas o se las encerraba. No se sabía bien qué hacer con ellas y se generaron, en consecuencia, estos mitos o falsas creencias que se transmitieron, de generación en generación, y se naturalizó, por ejemplo, la idea de que las PcD no salimos, no queremos hacer nada o no podemos pensar. Además, como la discapacidad era escasamente estudiada, no se conocían los distintos tipos de discapacidad existentes ni tampoco sus causas, entonces todas las PcD eran encerradas en psiquiátricos como si estuviesen locas. Con los años la ciencia fue avanzando y, por suerte, hoy la discapacidad es tratada desde un enfoque social, pero falta mucho todavía justamente debido a prejuicios tales como que las PcD tenemos la misma utilidad que un nene o nena de cinco años, que aún están instalados en el imaginario colectivo. Existe como una forma “socialmente aceptada” de ser una PcD, con determinadas características, pero la mayoría no las cumplimos porque somos seres humanos como cualquier otro que vivimos en relación a nuestra edad, tenemos deseos, miedos, defectos y virtudes. Por otro lado, muchas veces, las posibilidades de desarrollar nuestro potencial están sujetas al nivel socio-económico, por eso no quiero que se malinterprete el mensaje: “sé que estoy en una posición de privilegio porque tengo un cierto poder adquisitivo que me permite hacer muchas cosas y acceder a un montón de apoyos que cuestan dinero y me ayudan a sobrellevar mis limitaciones de una mejor manera, pero no siempre se tienen esas posibilidades”.

Respecto a tu discapacidad ¿Cuáles fueron los principales prejuicios a los que tuviste que enfrentarte?
Tengo una familia que, por suerte, nunca tuvo en mente los prejuicios y siempre me incentivó a que desarrolle mi potencial. Mi discapacidad nunca fue una excusa para no hacer tal o cual cosa, si podía hacerlo, no había excusas válidas. Entonces, al salir a la calle, me resultó más fácil no escuchar ni tener presente esos mitos y prejuicios. Igualmente, lamentablemente, siento que están absolutamente naturalizados e internalizados en la memoria colectiva. Siento como si no representara lo que se espera de una PcD porque lo que habitualmente se espera es que nos quedemos en nuestra casa sin hacer nada y en mi caso no es así. Cuando voy a la facultad, a comprar o salgo con amigos, muchas veces, la gente me dice: “Qué bien, cuanta fuerza tenés”. Me cuesta mucho comprender esos pensamientos de la gente.
¿Cómo influyó tu familia en la generación de vínculos sociales, principalmente en los que tienen que ver con lo amoroso-afectivo?
Vivo con mi mamá y con ella, por suerte, nunca sentí diferencia con respecto a las libertades que le dio a mi hermano. Siempre me incentivó a que me vincule con los demás, a que tenga amigos y salga. Cuando llevé a casa a alguna pareja estuvo todo bien, nunca sentí que limitara mis vínculos. Obvio que tenía miedos y, a veces, sentí me sobreprotegía pero la entiendo porque la sociedad no es muy amigable para con una PcD.

Aceptación, placer y diversidad
¿Por qué crees que la sexualidad en personas con discapacidad sigue siendo un tabú?
Creo que la sexualidad humana en sí es un tabú, aunque socialmente noto un cambio. Últimamente, estamos más abiertos a hablar del tema pero, por los prejuicios de los que hablábamos como la eterna infantilización o la ausencia de cualquier tipo de deseos y sobre todo sexuales, suena lógico que la sexualidad en las PcD siga siendo un tabú porque, por ejemplo, si pensás en un menor no pensás en su sexualidad. El tema es que no hay una correlación entre nuestra edad y nuestros deseos. La gente cree que la vida de las PcD transcurre siempre en la niñez. No pueden ver el avance y las necesidades e intereses nuevos que aparecen en cada etapa, especialmente aquellos vinculados al disfrute de la sexualidad. Además, siento que es un tema del que se habla poco porque aún no se sabe cómo abordarlo.
En relación a los cuerpos de las PcD ¿Por qué pensás que hay tantos prejuicios?
Porque el mundo se rige por lo heteronormativo. Pienso en un cuerpo gordo y, socialmente, tampoco es bien visto, genera mucho conflicto, y la persona es considerada enferma. Entonces, nuestros cuerpos, los cuerpos de las PcD, también porque rompen con los parámetros aceptados por la heteronormatividad y ahí se configura lo tabú. También los medios de comunicación ejercen una notable influencia porque venden una imagen de personas supuestamente “perfectas”, en donde todas las personas que aparecen en los medios cumplen exactamente con los estereotipos de belleza establecidos, todas tienen las mismas características físicas. Entonces, todo lo diferente, lo que rompe con lo establecido, no se piensa y no se nombra. Y, lo que no se simboliza con un nombre, no existe.

Respecto a aquellas personas que, además de tener una condición de discapacidad, tienen diversidad sexual ¿Te cuestionas qué pasa con ese doble tabú?
Sí, soy lesbiana y estoy tratando de amigarme con la palabra. Pero más que gustarme las mujeres y nada más, lo veo como un acto político que me permite romper con lo socialmente esperado de la mujer. Sin embargo, para las PcD ni siquiera existe un tipo de pareja aceptada. Por ejemplo, cuando era adolescente, me ha pasado de salir con hombres y que me digan: “¿Es tu amigo?” Y no era mi amigo. Siento que, más allá de la discapacidad, en el imaginario social es más esperable y más aceptado ser heterosexual.
¿Cómo se transita ese proceso de aceptación, de poder decir esta es lo que soy y deseo esto?
No sé, estoy en ese proceso. Pero creo que se trata de escucharse a uno y hacerse cargo de lo que cada uno siente, ver si pesa más lo que escuchas de afuera o los propios deseos y, en base a eso, decidir qué hacer. También es fundamental rodearse de personas que quieran lo mismo que una o que estén dispuestas a acompañarte en el camino. A mí, por ejemplo, encontrar un grupo de mujeres que logró transformar la discapacidad en militancia me salvó y me sirvió muchísimo. Encontré un refugio en donde no solo promovemos el cumplimiento de nuestros derechos, sino que también visibilizamos cuestiones de género, orientación sexual y ejercicio de la sexualidad, entre otros temas.

¿Cómo exploras el placer?
Puedo explorar el placer y disfrutarlo sola o acompañada. Actualmente, en general, las mujeres estamos en una etapa de descubrimiento de la autosatisfacción, de reconocer que podemos disfrutar del auto placer, entonces la masturbación femenina tiene que dejar de ser un tabú. Últimamente, se habla bastante del tema y empezó a estar un poco más visibilizado, pero antes se creía que solo los hombres se masturbaban. Puntualmente respecto a las PcD, al igual que cualquier persona sin discapacidad, tenemos múltiples deseos y fantasías. No hay un solo deseo ni una sola forma de hacerlo realidad, por suerte, existen múltiples maneras de explorar el placer, la sensualidad y el erotismo.
Proyectos a futuro
¿Cómo te ves en los próximos años?
Me gustaría tener una pareja e hijos pero cuesta un poco imaginármelo porque la maternidad o paternidad en PcD es otro tema que tampoco se visibiliza, entonces no hay referentes. Conozco una sola mujer con discapacidad que es madre y siento que socialmente es como un fenómeno, una excepción a la regla, algo fuera de lo común. Es muy “loco”, desde el lugar de mujer con discapacidad, pensar que de las mujeres “convencionales” se espera que tengan hijos y a las que tenemos una condición determinada ni siquiera se nos consulta si tenemos hijos o si queremos tenerlos, o si tenemos pareja porque esas posibilidades no están dentro de lo esperable de una PcD. Por ejemplo, aunque no es la realidad que vivo, sé de personas con retraso madurativo que son obligadas a someterse a tratamientos de esterilización, sin siquiera preguntarles. Por otro lado, me veo ejerciendo como psicóloga y acompañando a PcD a que puedan encontrarse con alguien que también tiene discapacidad y que, en su momento, pasó por la misma situación que ellas. Me gustaría ser para mis pacientes la referente en discapacidad que me hubiese gustado tener en mi infancia y adolescencia, y que puedan consultarme libremente todas las inquietudes que tengan.