Castro Martín, psicóloga y sexóloga educativa, advierte sobre la necesidad de construir una felicidad genuina, libre de mandatos y estereotipos.
Se involucró desde muy joven en el ámbito de la discapacidad y a los 18 años, momento en que ya era especialista en violencia familiar, una beca estudiantil le permitió formarse como educadora sexual. Hoy, con más de treinta años de experiencia en el acompañamiento y capacitación a profesionales, familiares y Personas con Discapacidad (PcD), la profesora María Marta Castro Martín explica acerca de la importancia de proporcionarles a todos los ciudadanos una educación sexual y afectiva de calidad. “Una buena educación sexual contribuye al despliegue de la afectividad como un modo de crear vínculos desde la ternura y la amorosidad, y a la búsqueda de una felicidad genuina, libre de mandatos y estereotipos”, asegura.
Al hablar de una educación de la sexualidad desde una perspectiva de Derechos Humanos ¿A qué nos referimos?
Nos referimos a que todos tenemos derecho a recibir educación. El acceso a la educación es un derecho humano y dentro de ese derecho están incluidas, desde el nivel inicial, la Educación Sexual Integral (ESI) y la Educación sobre Salud Sexual y Procreación Responsable. Las PcD, al igual que cualquier persona, tienen derecho recibir información relacionada a las diferentes cuestiones que hacen a su sexualidad, a saber cuáles son los derechos sexuales y reproductivos: tienen derecho a elegir si quieren tener hijos o no, la cantidad de hijos, qué espacio habrá entre un hijo y el otro; a asociarse libremente con cualquier persona para formar pareja; a casarse y vivir autónomamente. Por otro lado, en los niños, es muy importante respetar el derecho a la privacidad así como también los momentos de juego y diversión.
Ciertos actores de la sociedad no respetan la sexualidad de las PcD, especialmente en aquellas con deficiencia motora ¿Por qué?
Los motivos están relacionados, por un lado, a la falta de educación y por el otro, a los viejos conceptos de salud sexual y sexualidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS), antes de 2002, asociaba la salud sexual a lo que tenía que ver con el bienestar corporal, a lo biológico, entendía como una sexualidad sana únicamente a aquella que estaba orientada a la reproducción. Al modificarse la definición de la OMS, empieza a tenerse en cuenta que la salud sexual no solo tiene que ver con un buen estado físico, sino también con el bienestar social, emocional, el manejo sexual y la aceptación, entre otros factores. Actualmente, muy de a poco, ocurre con las PcD lo mismo que con las personas que deciden no tener hijos: ya no son catalogadas como “raras” y se las empieza a pensar como sujetos sexualmente saludables. En tercer lugar, la creencia de que una persona que está en silla de ruedas no puede tener relaciones sexuales por falta de movilidad. Por ejemplo, son muchos los casos de adolescentes que, durante una práctica deportiva o un accidente automovilístico, adquieren discapacidades motrices severas y aún no habían tenido su primera experiencia amorosa o sexo-genital, y esos espacios, al ser ocupados en horas de rehabilitación, son negados. Asimismo, es difícil generar espacios de intimidad. Por eso, más en el caso de las mujeres, es más fácil negar. Los hombres con discapacidad tienen mayores libertades, por ejemplo, si quiere conocer una mujer solamente para tener relaciones sexuales. También la diversidad sexual en la discapacidad constituye una situación compleja. Lo importante es entender que la sexualidad no pasa únicamente por el sexo genital, sino también por la construcción de vínculos afectivos y la posibilidad de disfrutar de una intimidad sexual corporal, con caricias, besos, miradas y recursos técnicos como juguetes o elementos de pornortopedia.
Los primeros sentimientos que afloran en los padres de PcD al hablar de los intereses sexuales de sus hijos son negación, miedo y angustia ¿Por qué?
Cuando nace un niño o una niña con discapacidad puede ser considerada un angelito, un regalo de Dios, una bendición; o ser un “castigo del Señor”. Entonces, desde la creencia religiosa, influye mucho en la familia el hecho de sentirse castigada o bendecida con la llegada de un hijo o hija con discapacidad. Si fuiste bendecido por un angelito no va a tener sexo porque es un santo y si es un castigo -la sexualidad está muy asociada al castigo- también se niega.
Por otro lado, las terapias de rehabilitación están totalmente disociadas del respeto a la sexualidad del otro cuerpo. Entonces, incluso a los profesionales que movilizan los cuerpos de las PcD motriz les cuesta entender que están tocando cuerpos que, pese a estar lesionados, sienten, se erotizan y se excitan como cualquier otro. Lo mismo sucede con las madres, padres, hermanos y amigos de personas con dificultades motoras.
¿Qué tipo de acompañamiento puede brindarse a los padres para que puedan aceptar la sexualidad de sus hijos?
Siempre hablo de la implicancia que tiene la estimulación temprana en la sexualidad de una persona y la importancia de entender y poder explicarles a los padres, desde el minuto cero, que el cuerpo de un hijo o hija con discapacidad es un cuerpo que siente como el de cualquier otro bebé. Y que los deseos o expectativas previas al nacimiento ya están configurando una identidad sexual en el sujeto por venir. Sucede que al tener una discapacidad, la persona queda totalmente desexualizada, los roles sociales son dejados de lado y, al mismo tiempo, cuando aparece el amor, aparece el miedo de que alguien pueda abusarse o hacerle algo malo. Existe una concepción errónea de que las PcD son tan desvalidas que no pueden darse cuenta cuando alguien quiere sobrepasarse o abusar de ellas física o psicológicamente. Quizás, las mujeres con discapacidad motriz pueden ser más vulnerables por ser físicamente indefensas, pero psíquicamente es tan vulnerable como cualquier otra mujer. Y lo mismo pasa con los varones.
La sexualidad en PcD motriz aún es un tabú ¿A qué se debe?
La sexualidad es una energía vital que nos acompaña desde la gestación. Entonces, desde la perspectiva del Modelo Social – entiende a la discapacidad como un concepto que evoluciona y que
resulta de la interacción de los seres humanos con deficiencias y barreras del entorno que impiden su efectiva participación en la sociedad, en igualdad de condiciones con los demás-, en el caso de las PcD motriz, tenemos que pensar cuáles son los apoyos que necesitan para ejercer su sexualidad de manera plena porque en su ejercicio no intervienen únicamente los factores biológicos, sino también aspectos psicológicos y sociales como la manera en que nos auto percibimos, el rol que ocupamos en la sociedad o, de acuerdo al momento socio-histórico que vivimos, qué se espera de un varón o una mujer, entre tantos otros. No obstante, si bien aún nos cuesta relacionar las palabras sexualidad y discapacidad, se está visibilizando cada vez más que las PcD son personas sexuadas. Una sexualidad que necesita ser reconocida. Un claro ejemplo de que este aspecto no es tenido en cuenta se da, por ejemplo, en los sanitarios adaptados en donde la identificación es una silla de ruedas. Ni siquiera están señalizados como baños mixtos y eso simbólicamente es fuerte porque indica que para las PcD no hay sexo, cualquiera puede utilizarlo.
Por otro lado, la desinformación y el desconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos no son exclusivos de las PcD y sigue siendo un tabú porque el sexo sigue siendo un tabú para todas las personas, los padres no hablan de sexualidad con sus hijos. En tanto, a las PcD se las considera asexuadas porque se niegan cuestiones vinculadas a cuerpo como, por ejemplo, en el caso de las mujeres, la posibilidad de realizarse los controles ginecológicos o simplemente la libertad de expresar el deseo de tener relaciones sexuales. La expresión sexual de los varones, en cambio, está socialmente más aceptada, debido a las creencias naturalizadas por la cultura machista.
¿Cuáles son los principales prejuicios a los que se suele enfrentar una persona con discapacidad motriz al momento de crear vínculos sociales, especialmente aquellos relacionados a lo afectivo/amoroso?
Los prejuicios son, por ejemplo, si una PcD se vincula con una persona “convencional” seguro que ésta última está con una PcD solo por interés o porque es un loquito o una loquita. Sucede que tenemos internalizada la idea de cuerpo perfecto impuesta por el modelo hegemónico de belleza. Entonces, desde ese prejuicio instalado por los estereotipos de figura ideal, nos cuesta imaginar que a una persona sin discapacidad pueda gustarle o enamorarse de una PcD. También existe el miedo al abuso sexual u otras situaciones de violencia y el prejuicio de pensar qué le pasará a una persona “convencional” que no puede engancharse con alguien como ella y se vincula a una PcD. La persona sin discapacidad que se acerca a una PdC es percibida como una aprovechadora.
¿Es cierto que las PcD no pueden experimentar satisfacción sexual?
La satisfacción sexual está relacionada a todo aquello que a uno le provoca deseo. Cada uno tiene un estereotipo de persona por la que se siente atraído o atraída. El problema es que creemos erróneamente que lo atractivo es impuesto socialmente. Actualmente, por ejemplo, no tenemos un solo modelo de “familia tipo”, sino que tenemos diferentes “tipos de familia” que, muy de a poco, van siendo socialmente aceptadas. Los modelos sociales siempre apuntan a la perfección. Entonces, lamentablemente, va a pasar mucho tiempo hasta que logremos aceptar que las PcD pueden enamorarse. Lo cierto es que todos los seres humanos tenemos capacidad orgásmica, por ende las PcD también pueden experimentar placer. Se trata de descubrir cómo, de qué manera, porque cada uno puede experimentar el orgasmo de una manera diferente. Probablemente, dependiendo del tipo de discapacidad motriz que tenga la persona, van a cambiar las zonas erógenas. Las zonas sensibles al tacto, es decir que cualquier parte del cuerpo puede ser un punto erógeno.
¿Qué tipo de apoyo se le puede brindar a una PcD motriz para contribuir a un mayor desarrollo de su sexualidad?
Siempre hay que respetar los deseos de la persona, sin imponerle tal o cual cosa. Si muestra interés por explorar su sexualidad es importante generar espacios para la charla, para que pueda consultar sobre sus dudas y temores y orientarla respecto de todas las posibilidades que existen. También hay que brindarle información, por ejemplo, a través de propuestas audiovisuales o material de lectura.
Que una persona con discapacidad física no pueda ejercer su sexualidad ¿Es una cuestión social? ¿A qué se debe?
Tiene que ver con múltiples factores como, por ejemplo, sociales, de crianza, contexto familiar. Sin embargo y pese a que pareciera que las personas con discapacidad física tienen que pedir permiso para ejercer su sexualidad, va a depender del deseo de cada uno y de las oportunidades que tenga, tanto solo como acompañado. Lo que debemos cuestionarnos es si las PcD tienen autonomía, espacios de intimidad, privacidad, posibilidades de socializar con otras personas o de realizar actividades que le permitan conocer gente. Tenemos que plantearnos si, cuando hablamos de inclusión social, realmente, les permitimos a las PcD construir y desarrollar vínculos o solamente destacamos que pudo estudiar u obtuvo un empleo.
¿Cuál es el momento ideal para hablar con una persona con discapacidad motriz acerca de su sexualidad?
No hay un momento ideal para empezar a hablar de sexualidad, hay que hacerlo desde la primera infancia porque todo el tiempo somos seres sexuados. Uno no deja su sexualidad de lado en sus actos cotidianos: hablamos con cierto tono de voz, nos vestimos de una determinada manera, hay mujeres que se maquillan y otras que no, por ejemplo. Muchas familias deciden esperar a que el niño o niña crezca y se desarrolle para hablar de sexualidad pero no tiene sentido. Lo aconsejable es hablar de sexualidad desde el minuto cero.
¿Cómo transita un adolescente con discapacidad física su sexualidad?
Va a depender del tipo de discapacidad que tenga. Igualmente, una cosa es el desarrollo psicológico de la persona, que está más vinculado a la adolescencia, y otra es el desarrollo orgánico que, muchas veces, no sucede paralelamente al primero. La adolescencia es una etapa de desarrollo psico-sexual en la que las personas empiezan a tomar sus propias decisiones y comienzan a separarse de la familia desde lo afectivo, social y económico. En el caso de las PcD, en tanto, muchas veces, desde la niñez, se genera una codependencia con la familia y no se le da la posibilidad de auto valerse, de tener una persona que la asista en sus actividades de la vida diaria o simplemente sus decisiones no son aceptadas. Esta situación, en consecuencia, deviene en una dificultad para desprenderse del seno familiar. Es complejo para una PcD atravesar la adolescencia por el grado de dependencia y las revanchas que las personas que la asisten puedan tomar si ésta se revela e intenta imponer sus pensamientos e ideales. Si, por ejemplo, se trata de una persona con discapacidad adquirida habrá que ver si el grupo de pares que tenía previamente se mantiene o no.
¿Por qué es importante brindarle a las PcD educación sexual y reproductiva?
La ESI es importante para cualquier persona porque abarca información sobre salud sexual, afectiva y conductas sexuales, debido a que conocer cómo funciona nuestro cuerpo nos permite reconocer cuáles son y cómo impactan en nosotros las emociones. Asimismo, es fundamental saber sobre los distintos métodos anticonceptivos que existen y cómo usarlos, conocer los métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexual y cuáles son las leyes que nos protegen. Saber que a partir de los 16 años pueden solicitar orientación sobre salud sexual y protección responsable, de forma gratuita, en cualquier centro de salud. Se trata, en definitiva, de educar para derribar los mitos, prejuicios y exigencias sociales vinculadas al ejercicio de la sexualidad como, por ejemplo, la idea de que el verdadero hombre o la verdadera mujer son aquellos que pueden tener hijos, o la creencia de que una persona es mejor sexualmente cuando puede practicar un coito.
¿En qué consiste la figura del asistente sexual?
La figura del asistente sexual en la Argentina aún no existe, no está reglamentada como un servicio, y hay muy pocas personas que prestan asistencia sexual a PcD. Su tarea consiste, por ejemplo, en vestir y desvestir a la persona con dificultades físicas y prepararla para un encuentro sexual con otra persona o puede el o la misma asistente tocar, acariciar, abrazar o colaborar para que la PcD pueda masturbarse. Quienes presten el servicio de asistencia sexual tienen que tener muy en claro que su función es trabajar sobre lo genital de la sexualidad, sobre el cuerpo de la persona asistida, por eso debe enfocarse en satisfacer sus deseos. “White Hands”- “Manos Blancas”-, por ejemplo, es un servicio disponible en Japón en donde un grupo de asistentes sexuales, médicas, masturban a PcD motriz. No obstante, en lo personal, creo que él o la asistente sexual es una figura que debiera estar disponible para todos, de modo que cualquier persona pueda acudir en busca de apoyo para resolver distintas situaciones vinculadas a la práctica sexual.
En relación a la salud sexual y reproductiva ¿Cuáles son los riesgos que corren las PcD motriz que no pueden realizarse los controles adecuados por falta de equipamientos adaptados a sus necesidades?
Hay, tanto en hombres como en mujeres, muchos más casos de infecciones urinarias por ejemplo. Las mujeres tienen dificultades para realizarse el Papanicolaou (PAP) y las ecografías trasvaginales pero, más allá de la falta de equipamientos adaptados, lo importante es plantearnos si hay profesionales de la salud preparados para atender a las PcD porque no todos los médicos aceptan o tienen la paciencia para hacerlo. Entonces, muchas veces, es más fácil negar la sexualidad de las PcD.
En los casos en que una pareja está conformada por solo un integrante con discapacidad motriz ¿cómo se trata la temática de la discapacidad?
Naturalmente, a veces, se habla sobre cuáles son las posiciones sexuales más cómodas para una persona y para la otra. En el caso de que uno de los integrantes adquiera una discapacidad en un accidente, primero, hay que ver si persiste la relación y después hay que ver cómo se retoma la vida sexual, cómo era antes del accidente, cuánto tiempo hace que están en pareja, cómo manejaban su intimidad y si hablaban de sexo, entre otras cuestiones.
A futuro ¿Imaginas algún cambio?
Más que imaginarme, por suerte, estoy viendo esos cambios. Las PcD, hoy en día, están más empoderadas de sus derechos, están en la calle, se manifiestan por sus derechos. No obstante, se requiere un cambio social que está estrechamente vinculado a la educación porque cuando se habla de inclusión escolar, por ejemplo, también tenemos que hablar de educar en sexualidad y discapacidad a toda la población para que entienda que el niño o niña con discapacidad, al igual que los otros chicos y chicas, es una persona que tiene deseos, placeres y afecto para dar y también recibir. No solo va a la escuela para aprender a sumar y restar, sino también para socializar.