Seleccionar página
La reconocida escritora y dramaturga Patricia Suárez habla de la importancia de crear políticas culturales inclusivas e igualitarias
«Los colectivos de escritoras y escritores y de personas con diversidad funcional deberíamos trabajar conjuntamente en la creación de un puente para que más obras teatrales, literarias y producciones audiovisuales incluyan en sus guiones personajes que representen a todas las diversidades», afirma la reconocida escritora y dramaturga Patricia Suárez acerca de una de las posibilidades que podrían encontrarse en el arte para visibilizar y potenciar la imagen de las Personas con Discapacidad (PcD).

La autora rosarina, que fue la más representada en 2019 con más de 19 obras en cartel según la plataforma porteña Alternativa teatral, en diálogo con el portal «Desprejuiciados» dijo que una de las principales razones por las que escasea la representación de las personas con diversidad funcional en las producciones audiovisuales es la ausencia de un vínculo entre el ambiente artístico y las PcD: «Las castineras, empresas encargadas de proponerles actores y actrices a las productoras de contenidos, no acercan perfiles de Personas con Discapacidad», considera Patricia.

Las pocas veces que aparece un personaje con diversidad funcional en un guión, lo más común es recurrir a actores y actrices ‘convencionales’ para que interpreten ese personaje. Dicho de otra manera, la mayor parte de las veces, las búsquedas de actores y actrices, en vez de estar orientadas a encontrar perfiles artísticos diversos que enriquezcan tanto a la sociedad como a las producciones audiovisuales que esos artistas protagonicen, privilegian la rapidez y la eficiencia por sobre la variedad de características humanas: «estas elecciones constituyen una traición al espíritu del proyecto en sí mismo porque justamente lo que buscan es mostrar que las personas con diversidad funcional pueden al igual que otras y otros», asegura Suárez.

Durante un encuentro, que tuvimos a través de la plataforma Zoom, Patricia Suárez se cuestionó: «¿Qué hubiera pasado si, por ejemplo, el personaje de Raymond Babbitt en la película Rain Man -estrenada en 1988- en vez de Dustin Hoffman lo hubiese interpretado un joven con Trastorno del Espectro Autista (TEA)?» y la respuesta a su propia pregunta fue contundente: «Sin dudas, la actuación de Hoffman sirvió para visibilizar una problemática que, hasta ese momento, no estaba configarada en la cabeza de las y los espectadores. Sin embargo, hubiese sido aún más enriquecedor para la sociedad que ese papel lo protagonizara un joven con TEA porque nos hubiera permitido aprender cómo realmente es esa persona», sostiene ella.

Respecto a los prejuicios que existen en torno a las PcD, Suárez cree que éstos se deben, principalmente, al desconocimiento y la falta de información: «Las personas, salvo que tengan a alguien con discapacidad muy cercano y vean que tal condición no es una limitante para realizar determinadas actividades, por ejemplo, imaginan que una persona con diversidad funcional no puede desempeñarse a la par de otras y otros artistas», explica Patricia. Mientras que en relación al cambio de perspectiva sobre las PcD, la escritora señala que «los mitos se van a caer en la medida que las capacidades de todas y todos sean visibilizadas y para eso es necesario que exista tanto el deseo de visibilizar como también la creación de políticas culturales de inclusión e igualdad» que nos muestren, más allá de nuestras condiciones particulares, como iguales en el derecho a ser diferentes.

Teatro vacío con el telón abierto
Por último, específicamente en referencia a los pre conceptos negativos que circulan alrededor de los vínculos socio afectivos y la sexualidad en personas con diversidad funcional, la autora de Mitos y más mitos sobre el orgasmo femenino -un libro en el que Suárez ofrece un recorrido a través de la historia y los mitos sobre el orgasmo femenino- destacó que «estamos formateadas y formateados por prejuicios, relacionados al desconocimiento, que nos hacen creer que solo pueden amarse y sentir placer dos personas heterosexuales de 20 a 35 años».

Para Patricia se trata de una problemática propia de la cultura occidental: «No podemos concebir que niñas y niños se amen con una intensidad tan fuerte como la dos personas adultas ni tampoco soportamos que las personas mayores se amen. Tenemos la imagen de Romeo y Julieta en la cabeza como única forma de amor válida y es muy cruel», concluyó Suárez.